EL YAGUATENSE.COM,RD.-La confirmación
policial de que el cuarto muerto en Yaguate es “Maestrico”, tal y como la
entidad había conjeturado, ratifica el reinado de los sin nombre en el mundo
del delito dominicano y explica rápidamente que en la violencia asociada al
narcotráfico no caben ni rangos, ni fama, ni apellidos conocidos.

El sábado ya el jefe
de la policía, Manuel Castro Castillo, hablaba de la situación en pasado:
“Era una estructura organizada que operaba al servicio del narcotráfico en el
país y tuvo un desenlace fatal”. El tiempo del verbo basta para dejar claro
que a pesar de que se creó una comisión de policías y fiscales para
investigar los hechos no hay muchas expectativas de que se arribe a nada.
Hombre de suerte,
Liriano Sánchez no llamó la atención de los investigadores a pesar de la
pequeña fortuna que ha logrado amasar cuando solo tiene rango de teniente
coronel y un empleo de medio tiempo como mecánico de helicópteros.
Por ahora el único
resultado de los trabajos de los comisionados ha sido la puesta en libertad
del coronel Johan Emilio Liriano Sánchez, alias El Arbitrario, vinculado a la
situación porque, según el procurador adjunto Juan Amado Cedano Santana, habría
sido en una casa que le perteneció hasta hace poco donde se cometió el
asesinato de Copelín.
Hombre de suerte,
Liriano Sánchez no llamó la atención de los investigadores a pesar de la
pequeña fortuna que ha logrado amasar cuando solo tiene rango de teniente
coronel y un empleo de medio tiempo como mecánico de helicópteros.
La suerte ha
impedido que aparezca el decreto de su destitución solicitado hace más de un
mes.
La policía ha
reaccionado con rapidez ante reiterados casos de muertes asociadas al
narcotráfico explicando el fenómeno del sicariato que se ha convertido en algo
normal por lo menos entre los voceros oficiales.
Lo que no se explica
es que los asesinatos a sueldo pagados por el narcotráfico con el alto riesgo
que implica, no se traduzcan en mejoría económica para sus protagonistas. El
crimen siempre ha pagado bien aunque la bonanza dure poco, por lo menos en las
películas americanas.
En la República
Dominicana, un sicario, que puede tener su cementerio particular porque tendría
unas cincuenta muertes, es un oscuro personaje que siguió viviendo en una calle
B sin número de un barrio cualquiera de La Romana sin más pretensiones que las
de sus vecinos, pobres todos como cualquier poblador de la marginalidad urbana.
Era evidente que sus tarifas eran muy bajas o que ofrecía sus servicios en
especial. Ahí y así vivía el tal Copelín.
Edgar Rafael Rijo
Astacio, el último muerto, encontrado descuartizado en el mismo cañaveral y que
“habría sido asesinado por una banda para con ello eliminar al único testigo de
las muertes anteriores” era otro marginal que residía en un caserío sin nombre
en el kilómetro diez de la carretera de La Romana.
El lunes los medios
informan que de los sindicados por la policía solo no ha sido asesinado Salomón
Eusebio Rosario, conocido como Piki, quien a decir de sus vecinos entra y sale
de su casa también en la marginalidad de una población como Boca de Yuma, en La
Altagracia.
La historia de los
asesinatos de Yaguate debe ser disuasivo importante a la criminalidad y a la
delincuencia pues es este país el único donde el crimen no paga y donde la
asociación a “poderosas bandas de narcotráfico” no se traduce en riqueza
para sus protagonistas.
7DIAS.COM/ALTAGRACIA SALAZAR